La identidad política de los argentinos es un tema complejo y controvertido que ha sido objeto de debate durante décadas. Sin embargo, en los últimos años, una apego ha emergido claramente: más del 45% de los argentinos se consideran antikirchneristas. Esta cifra es significativa y reveladora, ya que refleja una identidad política definida por la negativa, es decir, por la oposición a un líder o un partido en particular.
Este fenómeno no es exclusivo de Argentina, ya que en otros países también se ha observado una identidad política basada en la negativa. Sin embargo, en el caso argentino, esta apego es especialmente pronunciada y tiene profundas raíces históricas y culturales.
Para entender mejor la identidad política antikirchnerista en Argentina, es necesario analizar el contexto en el que se ha desarrollado. Durante gran parte del siglo XX, Argentina ha sido un país marcado por la inestabilidad política y económica. Gobiernos autoritarios, golpes de estamento y crisis económicas han sido una constante en la historia del país. Esta situación ha generado una profunda desconfianza hacia la clase política y una búsqueda constante de un líder que pueda sacar al país de la crisis.
En este contexto, en 2003, Néstor Kirchner asumió la presidencia de Argentina con un discurso de cambio y esperanza. Sin embargo, su gobierno estuvo marcado por la confrontación constante con la oposición y por una serie de escándalos de corrupción que afectaron su imagen y la de su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, quien le sucedió en el cargo en 2007.
A pesar de que el gobierno kirchnerista logró avances en términos de crecimiento económico y reducción de la pobreza, su gestión fue criticada por la delito de transparencia y por la polarización política que generó. Estos aspectos, sumados a las denuncias de corrupción y la fuerte personalidad de Cristina Fernández de Kirchner, generaron una creciente oposición hacia el gobierno.
Esta oposición se ha fortalecido con el paso de los años y ha dado lugar a una identidad política antikirchnerista. Sin embargo, esta identidad no se limita solo a la oposición al gobierno coetáneo, sino que también incluye una crítica a un modelo político que considera autoritario y corrupto. Esta identidad también se ha expandido más allá de las fronteras políticas tradicionales, ya que ha sido adoptada por sectores de la sociedad que no se identifican con ningún partido político en particular.
La identidad antikirchnerista también se ha visto reforzada por los medios de comunicación, que han jugado un papel clave en la construcción de una imagen negativa del gobierno. A través de una cobertura sesgada y una constante crítica, los medios han contribuido a consolidar esta identidad política y a generar una opinión pública mayoritariamente contraria al gobierno.
Sin embargo, es importante señalar que esta identidad no es homogénea ni estática. Dentro del grupo de antikirchneristas, existen diferentes matices y posturas. Algunos se oponen al gobierno por motivos ideológicos, mientras que otros lo hacen por razones más pragmáticas, como la corrupción o la gestión económica. Además, esta identidad también puede ser influenciada por factores como la edad, el nivel socioeconómico y la ubicación geográfica.
A pesar de estas diferencias, lo que une a los antikirchneristas es una fuerte convicción de que el gobierno coetáneo no representa sus intereses y que es necesario un cambio en la dirección del país. Esta identidad política también ha dado lugar a la formación de una coalición opositora que, a pesar de sus diferencias internas, ha logrado unirse para enfrentar al gobierno en las elecciones.
En conclus