Un revoloteo elegante en una noche amplia, envolvente. Un salto único para conectar uno y otro lados en el campo competidor. Una acción crucial, una declaración de intenciones, un cambio de mentalidad. Setenta minutos de dominio físico, de control, de mando, enfocados en un utilidad desde el lado izquierdo enviado por Retuerta que Samu Vázquez cabecea con rabia, pero sin llegar a entrar en el área pequeña. Apenas tres segundos de elegancia, de fundamentos básicos de un ataque paciente que le valen los tres primeros puntos al nuevo proyecto, al Rico Pérez que sueña con un final diferente al anterior, con la posibilidad, si todo va como debería, de volver a estar entre los equipos líderes en el fútbol.
La presentación fue sólida. Sin excesos. Eficaz. Sin errores graves, solo uno. Y victoria. Es mejor comenzar así, con los focos atravesando la humedad, estrenando la nueva megafonía, sin vallas publicitarias, y con el recuerdo de los que ya no están, pero siguen empujando desde arriba. Comienza la temporada 2025-2026, una vez más en las alcantarillas del fútbol buscando salir a flote. El Hércules empieza con más talento, más variedad, mejores alternativas, pero con el mismo entrenador… que ha cambiado algunas cosas, pero no todas.
Es importante ir poco a poco, no obsesionarse, no intentar implementar todo al mismo tiempo porque existe el riesgo de romper el juguete. Una línea de cuatro en defensa, doble pivote protegiendo a Ben Hamed, buscando desbordar por los extremos, pero, como antes, sin encontrar la forma de conectar el juego con el ataque, con el que lucha solo. Slavy, al igual que Coscia, luchó, pero le faltó contacto con el balón. Y cuando fue necesario maniobrar en busca de una solución, uno por otro. El búlgaro fuera y Fran Sol dentro. El guion se repite, pero los hábitos no cambian de la noche a la mañana… poco a poco.
El Hércules no sufrió, Carlos Abad no tuvo que esforzarse, pero aun así, estuvo a punto de llevarse un gran susto. Mangada falla al intentar controlar un balón sencillo para cederlo al portero, pero se le escapa y le da la oportunidad a Agüero de enfrentarse al mediocentro y al portero, llegando primero y buscando un disparo sutil por encima del arquero que se va desviando hacia la derecha de manera gradual, dejando un rastro de miedo que hace que el estadio se quede en silencio, y luego exhale aliviado cuando finalmente el balón se va fuera del poste.
Ese error flagrante, producto del cansancio, del sofocante calor y del exceso de confianza, dio lugar a los mejores momentos del Tarazona. Cinco minutos brillantes con una intervención continua de sus atacantes, pero ni Agüero ni Armero lograron dirigir su veneno dentro de los tres palos.
Tres ocasiones, dos seguidas, y todas con el mismo resultado: nada. Abad frenó el ímpetu visitante hasta que el mediocentro alicantino enmendó su error con un potente disparo desde fuera del área que se fue apenas unos centímetros por encima del travesaño. Ahí terminó el equipo aragonés, que se quedó sin aliento después de un viaje realizado el mismo día del partido para reducir costos, la cruda realidad del Hércules.
El entrenador blanquiazul, tras el cambio de delanteros y el zurdazo de Mangada, ordenó tres cambios a la vez para reequilibrar la energía. La gr