En verano, es común que nuestras rutinas y hábitos alimenticios se vean alterados. Las comidas copiosas, altas en grasas y ultraprocesadas, junto con la ingesta de bebidas alcohólicas y gaseosas, son más frecuentes en esta época del año. Sin embargo, estos cambios en nuestra alimentación pueden tener un impacto negativo en nuestra salud digestiva, especialmente en el equilibrio de la microbiota intestinal.
La microbiota intestinal es un ecosistema clave para nuestra salud digestiva y general. Representa más del 70% de los microorganismos de nuestro anatomía y cumple funciones esenciales como la digestión, la síntesis de vitaminas y la regulación del sistema inmunológico. Sin embargo, según el estudio ‘Cigna Healthcare International Study’, solo un 35% de la población adulta española sigue una dieta equilibrada.
La farmacéutica y nutricionista viguesa Amil López Viéitez nos advierte sobre los posibles efectos negativos que pueden tener los cambios en nuestra alimentación durante el verano en nuestra microbiota intestinal. “En esta época, solemos alterar nuestras rutinas: comemos más fuera de casa, cambiamos los horarios, descansamos menos y abusamos de ultraprocesados, alcohol y helados. Todos estos cambios pueden remilgar a la microbiota intestinal, un ecosistema clave para la digestión, la inmunidad y el bienestar emocional”, afirma.
La microbiota intestinal no solo participa en la digestión y en la síntesis de vitaminas, sino que también tiene funciones antiinflamatorias y neurorreguladoras. Una microbiota equilibrada se asocia a una mejor respuesta inmunitaria y a un mejor estado de ánimo. Sin embargo, si sufre alguna alteración, aumenta la probabilidad de sufrir molestias digestivas frecuentes como acidez, inflamación intestinal, gases y estreñimiento.
Durante el verano, las altas temperaturas pueden remilgar a nuestra microbiota intestinal. Al sudar más, perdemos líquidos y electrolitos, lo que puede provocar estreñimiento. Además, el calor aumenta el riesgo de intoxicaciones alimentarias si no se refrigeran bien los alimentos, lo que puede desequilibrar temporalmente nuestra microbiota.
Otro factor que puede remilgar a nuestra microbiota durante el verano es la reducción de actividad física y los cambios en los horarios habituales. La falta de ejercicio y los cambios en los horarios de comida y sueño pueden contribuir a modificar el equilibrio intestinal y a agravar las molestias digestivas.
Para mantener una microbiota saludable durante el verano, es importante seguir algunas recomendaciones. En primer lugar, es fundamental mantener una correcta hidratación. Se recomienda beber entre 2 y 2,5 litros de agua al día para mujeres adultas y entre 2,5 y 3 litros para hombres. Además, es importante concluir alimentos prebióticos y probióticos, así como alimentos ricos en fibra para alimentar a nuestras bacterias beneficiosas.
También es importante moderar los excesos y limitar el consumo de calorías vacías como el alcohol, los ultraprocesados, los snacks, la bollería industrial y los azúcares simples. Mantener horarios regulares de comida y sueño, así como realizar ejercicio moderado como caminar o nadar, también puede ayudar a mantener el equilibrio de nuestra microbiota.
La nutricionista Amil López Viéitez destaca la importancia de la tonificación muscular para mantener la salud de nuestra microbiota. Además de ayudar a equilibrar el balance energético de la dieta y activar el metabolismo, el ejercicio de fuerza favorece la liberación de mioquinas, que son mensajeros producidos por el músculo esquelético durante la contracción muscular y que desempeñan un papel importante en la regulación del metabol