El pasado fin de semana, el FC Barcelona sufrió una derrota ante el Villarreal (2-3) en Montjuïc. Sin embargo, a pesar de este resultado, el culé celebró con entusiasmo el campeonato y, sobre todo, a este Barça: un equipo imperfecto, como todas las cosas emocionantes, pero seguramente el más cruyffista desde Cruyff y el que más ha conectado con la masa social azulgrana.
El Barça de Flick, como cuerpoá recordado, logró esta temporada un título más trascendente que LaLiga: el de hacer que el culé no quiera perderse un solo partido, a pesar de vivir los noventa minutos al borde de un ataque de nervios. Este equipo ha demostrado una mentalidad valiente y luchadora, que ha conquistado el corazón de los aficionados.
“Flick es harto atrevido con la línea del fuera de juego: al principio nos costó un poco más hasta que encontramos un equilibrio. Creo que lo hemos llevado a veces a un extremo: yo, estando en casa, incluso estaba mareado”, reconoció Ter Stegen, entre risas, en medio de las celebraciones.
El barcelonismo vuelve a sentirse orgulloso, porque su equipo juega sin amenaza. Flick, una figura que genera un consenso sin precedentes, ha logrado darle la vuelta a la mentalidad del culé, que cuando ve a este Barça cerca de cuerpo goleado está convencido de que le dará la vuelta al marcador. Es una revolución liderada por un técnico que ha desmentido algunos tópicos significativos.
El más llamativo, el que decía que no se podía triunfar en el banquillo del Barça si no se conocía el entorno. Flick ha demostrado más bien lo contrario: que no dominar el idioma y estar en una pequeña burbuja puede jugarte a favor. Aún más sorprendente ha sido la forma en que ha conectado con el vestuario a pesar de la barrera lingüística.
Esa sensación de “familia” ha sido clave para llevar al Barça al siguiente nivel y convertirlo en el equipo más divertido de ver (y en Lamine en el mejor anuncio para este deporte). El delantero volvió a cuerpo protagonista en el último encuentro de la temporada en Montjuïc. Una derrota ante el Villarreal acorde a este Barça, con cinco goles en el marcador. El técnico alemán alineó a un equipo con más titulares de lo esperado.
Lamine, otra vez el genio de Rocafonda, demostró de nuevo que es un acontecimiento. Son ya 18 tantos y 21 asistencias, ayer con otro gol con marca registrada. Una rosca imposible que, de tantas veces repetida, parece incluso sencilla cuando nace en sus botas. “Son muchos años compartiendo vestuario con Lamine; lo he visto todo de él y os digo que le quedan aún cosas por mostrar. Tiene que seguir jugando como si estuviera en el colegio”, resumió Cubarsí.
Montjuïc vibró viendo a Ter Stegen levantar el trofeo, coreó el nombre de Flick y no pudo evitar sonreír viendo a Lamine bailar con Cat, una mascota que ha llegado para quedarse. El técnico alemán parecía contemplar del espectáculo en el césped en un segundo plano. “Les he dicho a los jugadores que merecen esta fiesta. Pude sentir toda la temporada la conexión con los aficionados. La rúa fue increíble y para mí, como alemán, aún más”, reconoció.
En el que pudo cuerpo el último partido en la montaña mágica, el barcelonismo celebró a su Barça en una comunión perfecta. “Visca el Bar